09/03/2016

Culturas

Aprendiendo en el mundo

Georg Georgevich el Georgiano

Por: Nicolás Salvi
¿Cómo es la vida de un inmigrante en San Petersburgo? ¿Existen emigrantes en Rusia nacidos en su propio territorio? Encontramos respuestas a estas interrogantes y muchas más de la mano de un georgiano poliglota más despierto que muchos importadores del Once.
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Georg Georgevich junto a su puesto de ventas

En los 4 días que estuve en San Petersburgo, todas las mañanas tomé un café con Georg Georgevich el Georgiano1. Vendedor de recuerdos, de metro ochentaicinco de altura, más morocho que cualquier ruso norteño, cabello corto negro con cejas gruesas que casi se alcanzan  y de una incuestionable delgadez.

Tiene su puesto callejero debajo de la Iglesia de Jesucristo sobre la Sangre Derramada, y es según dice “el más exitoso, exceptuando las remeras, Igor el Uzbeco es el que manda en ese mercado”.

Desde hace 25 años sostiene su negocio, y son las matrioskas y antigüedades soviéticas sus caballitos de batalla. Antes hizo varias changas, hasta cultivó arroz en Mongolia.

Simpático y gustoso de hacer bromas de su día a día. Se divierte, por ejemplo, contando todo lo que se podía hacer antes con un kopek2, como dar una vuelta por toda la ciudad con el trolebús, y que hoy solo sirve para vendérselo a extranjeros por 100 rublos, alegando que es una rara moneda soviética. En fin, sarcasmos sobre la inflación y viveza criolla para combatirla, como en casa.

Es tercera generación de georgianos nacidos en Leningrado, pero según él, este país es de los rusos, y no importa lo que diga su pasaporte, todos saben de donde es cada quien. “¿Ves estas iglesias, palacios y monumentos? No dicen nada para un georgiano, son para ellos, para Putin y su gente” me decía casi gritando en un crudo español, con una plena seguridad de que ningún autóctono entendía lo que expresaba.

Gracias a su trabajo y privilegiado lugar a la hora de ver turistas, Georg habla fluidamente varios idiomas (inglés, español, italiano, francés, alemán, fines, entre otros) y es casi un experto en las idiosincrasias de los visitantes.

En una de las mañanas de café, una joven blancuzca se acercó y le hizo algunas consultas en ruso sobre unos imanes. Luego de una corta cháchara, se marchó. Entonces Georg comenzó a reírse.

-“¿Te contó un chiste?” Le pregunté.

-No, me causa gracias que se haga la rusa. Es búlgara, me doy cuenta por el acento. Los búlgaros siempre quisieron ser rusos, pero rusos son los rusos.

-¿Los discriminan a los búlgaros?

-No tanto, la gente de las ex repúblicas es bienvenida en Rusia, el problema es con los caras negras (africanos) y los latinos narcos. Esos no inspiran confianza en los líderes, más que nada porque no aprenden ruso.

-¿Entonces con migo tendrán problemas?

-(Me mira) por tu apariencia  no, pareces montenegrino. Si hablas puede que piensen que eres español o italiano, y te odiaran por tacaño, son turistas que no gastan nada.

-¿Parezco montenegrino?

-Trigueño, ojos claros, alto pero no tanto. Montenegrino.

-¿Y por qué no serbio o macedonio?

-(me mira de lado a lado) mmm… no, montenegrino sin dudas.

-¿Y eso es bueno?

-Es indiferente, y eso es bueno en Rusia.

 

 

1 No estoy seguro que así se escriba su nombre, cuando se lo mostré a él mismo, me dijo que solo sabía escribirlo en cirílico.

2 Kopek: centavo de Rublo, moneda hoy en circulación en Rusia. El kopek está casi inutilizado debido a la fuerte devaluación de la divisa rusa.

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