Culturas
Aprendiendo en el mundo
Georg Georgevich el Georgiano
Por: Nicolás Salvi
Georg Georgevich junto a su puesto de ventas
En los 4 días que estuve en San
Petersburgo, todas las mañanas tomé un café con Georg Georgevich el Georgiano1.
Vendedor de recuerdos, de metro ochentaicinco de altura, más morocho que
cualquier ruso norteño, cabello corto negro con cejas gruesas que casi se alcanzan
y de una incuestionable delgadez.
Tiene su puesto callejero debajo
de la Iglesia de Jesucristo sobre la Sangre Derramada, y es según dice “el más
exitoso, exceptuando las remeras, Igor el Uzbeco es el que manda en ese
mercado”.
Desde hace 25 años sostiene su
negocio, y son las matrioskas y antigüedades soviéticas sus caballitos de
batalla. Antes hizo varias changas, hasta cultivó arroz en Mongolia.
Simpático y gustoso de hacer
bromas de su día a día. Se divierte, por ejemplo, contando todo lo que se podía
hacer antes con un kopek2, como dar una vuelta por toda la ciudad
con el trolebús, y que hoy solo sirve para vendérselo a extranjeros por 100
rublos, alegando que es una rara moneda soviética. En fin, sarcasmos sobre la
inflación y viveza criolla para combatirla, como en casa.
Es tercera generación de
georgianos nacidos en Leningrado, pero según él, este país es de los rusos, y
no importa lo que diga su pasaporte, todos saben de donde es cada quien. “¿Ves
estas iglesias, palacios y monumentos? No dicen nada para un georgiano, son
para ellos, para Putin y su gente” me decía casi gritando en un crudo español,
con una plena seguridad de que ningún autóctono entendía lo que expresaba.
Gracias a su trabajo y
privilegiado lugar a la hora de ver turistas, Georg habla fluidamente varios
idiomas (inglés, español, italiano, francés, alemán, fines, entre otros) y es
casi un experto en las idiosincrasias de los visitantes.
En una de las mañanas de café,
una joven blancuzca se acercó y le hizo algunas consultas en ruso sobre unos
imanes. Luego de una corta cháchara, se marchó. Entonces Georg comenzó a
reírse.
-“¿Te contó un chiste?” Le
pregunté.
-No, me causa gracias que se haga
la rusa. Es búlgara, me doy cuenta por el acento. Los búlgaros siempre
quisieron ser rusos, pero rusos son los rusos.
-¿Los discriminan a los búlgaros?
-No tanto, la gente de las ex
repúblicas es bienvenida en Rusia, el problema es con los caras negras
(africanos) y los latinos narcos. Esos no inspiran confianza en los líderes,
más que nada porque no aprenden ruso.
-¿Entonces con migo tendrán
problemas?
-(Me mira) por tu apariencia no, pareces montenegrino. Si hablas puede que
piensen que eres español o italiano, y te odiaran por tacaño, son turistas que
no gastan nada.
-¿Parezco montenegrino?
-Trigueño, ojos claros, alto pero
no tanto. Montenegrino.
-¿Y por qué no serbio o
macedonio?
-(me mira de lado a lado) mmm…
no, montenegrino sin dudas.
-¿Y eso es bueno?
-Es indiferente, y eso es bueno
en Rusia.
1 No estoy seguro que así se escriba su nombre,
cuando se lo mostré a él mismo, me dijo que solo sabía escribirlo en cirílico.
2 Kopek: centavo de Rublo, moneda hoy en
circulación en Rusia. El kopek está casi inutilizado debido a la fuerte
devaluación de la divisa rusa.