17/03/2015

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Cuento: Religión, Profecia y…

Por Caterina Aspromonte Dijo el profeta que vendría un hombre, que sería Cristo reencarnado y nos salvaría.
Por Caterina Aspromonte Dijo el profeta que vendría un hombre, que sería Cristo reencarnado y nos salvaría... No fue la primera profecía, tampoco la última. Antes de eso, romanos y griegos buscaron afanosamente la develación del futuro. Lo buscaron en el vuelo de un pájaro, en un sacrificio, en el elegido por los dioses que veía el futuro. Y los indios de América o los egipcios, oriente u occidente, creo que hasta Adán habrá querido saber que pasará mañana. Si ese mañana es un predestino, si lo podemos cambiar, variar. Las filosofías son varias y se multiplican, las creencias también. Yo creo que he visto muchas veces mi futuro próximo, pero no sé si es modificable y no sé cuantas veces me guió el raciocinio, la ley de las probabilidades, etc. El destino, el hado... he andado por la vida con la sensación de que muchas de las cosas que me pasaban ya me habían pasado, que los actos que estaba por hacer ya lo había realizado una y mil veces, pero eso... es otra cuestión. No hay un momento preciso, pero creo que la tristeza y la melancolía acercan a Dios y por ende permiten entrever el mañana. Me da un poco de temor ese espiar hacia delante e inconscientemente me resisto. Sin embargo sé que me esperaría un futuro venturoso si yo estuviese dispuesta a aceptarlo. Los trances o esos estados donde la conciencia se hace a un lado para dar paso a la conciencia colectiva, a la de todos, a la de nadie, son instantes que aterrorizan a los que los ven y a los que los sufren. Nadie me creería si yo dijese que puedo ver mi futuro, yo tampoco. No quiero sentirme Dios, no quiero cambiar mi destino, creo que tampoco quiero un futuro venturoso, que me atemoriza más que uno sufriente y conocido. Vestida como una gitana de fiesta, me veo sentada frente a una pequeña mesa redonda; enfrente me tengo a mí misma y en el medio, esa pequeña esfera de cristal, donde el todo y la nada están esperando que yo los devele. Miro los ojos de mi clienta, ella me observa tratando de descubrir mis mentiras, fortificada tras su lógica, su inteligencia intuitiva, su creencia en San Tomás, que solía decir - Si no veo no creo-y me parece tan, pero tan tonta. ¿Que hace aquí si no cree? ¿Por qué está asustada aunque no quiera reconocerlo? ¿Quiere que le diga lo que ya sabe, que la sorprenda, que le diga lo que quiere oír? En mi versión pitonisa disfruto, no sin un poco de malicia el sentirme centro, el sentirme que sé y no sé. ¿Le contaré? El juego es y no es, y ser pitonisa es tan interesante como ser clienta. - Deberás ser valiente y cobarde, tú sabrás cuando. Te equivocarás y vivirás con pesares. La suerte será tu amiga.- Epílogo Mi clienta escucha con avidez mis palabras, seguro que alguna vez las recordará. Será valiente y cobarde, como todos se equivocará y tendrá pesares y alguna vez la suerte o lo que ella considere como tal, la visitará. Creo que Delfos me queda chico.
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