Interior
Reflexión
¿Cómo enfrentar un remolino?
Por: Eduardo Carrizo
Playa "Bajada del Niño Dios, La Cañada"
Recientemente, acompañé a Tucumán
a mi viejo Carlos “Pepona” Carrizo.
Me gusta hacer esos viajes cortos con mi padre, porque vamos y volvemos
hablando de distintos temas. En esta oportunidad, uno de los temas que hablamos
fue sobre que hay lugares peligrosos donde el Río Dulce corre con fuerza, o hay
remolinos.
Le conté que había visitado “la
playa” de La Cañada conocida como la “Bajada del Niño Dios” y que en ese lugar
el agua corría con mucha fuerza y era profunda, y que me dijeron que había que
tener cuidado. En ese momento, mi padre recordó que su abuelo, oriundo de esa
localidad ubicada a 15 kilómetros de Las Termas, le decía “que no luche cuando
lo agarre un remolino, que se deje llevar, y que cuando el remolino lo llevara
al fondo, lo iba a soltar, y ahí iba a poder salir. Que las personas se
ahogaban porque se ponían nerviosas, se desesperaban, y trataban de nadar”.
Me pareció que el consejo tenía
una belleza poética, filosófica, pero entré a Internet a ver si la
recomendación tenía algún sustento “científico”, “lógico”. En el “Magazine Iris
Press Más que Ciencia” Laura
Castillo, Enfermera y Periodista señala: “Si por error o descuido
caemos en un remolino y
nos atrapa una corriente que no nos permite salir, hay que intentar por todos
los medios alcanzar la corriente inferior que nos sacará de allí. Así que,
primer consejo: dejarnos llevar. Segundo consejo: hacernos una bola para pesar
más, hundirnos más rápidamente y alcanzar la deseada corriente inferior. Una
vez en ella, esa corriente nos sacará del atolladero y saldremos sanos y salvos. Tercer consejo:
no hay que intentar nadar contra la corriente o intentar mantenernos a flote,
ya que de ese modo nos quedaremos atrapados en el remolino y no podremos salir
jamás. Lo único que conseguimos es cansarnos. Una vez en ella, con un poco
de buceo saldremos a flote lejos del remolino”.
No sé si mi bis abuelo habrá
tenido estudios secundarios, pero me pareció un conocimiento que no te lo da ningún
libro, ningún título, sino una experiencia límite, vital. Y volviendo a la belleza
poética y filosófica del consejo que un día mi padre recibió de su abuelo
podría interpretar que es una hermosa metáfora: “en algunos momentos, la vida
tiene remolinos, y en esas ocasiones no hay que luchar con lo que nos lleva
hacia abajo, hay que dejarse arrastrar y tocar fondo, recién ahí vamos a poder
subir, salir. No hay que luchar contra gigantes, que en realidad son molinos de
viento. Escuchando esta historia un creyente, agregó: “frente a las tempestades
de la vida, no hay que preocuparse, hay que ponerse en las manos de Dios”. Por
último, mi bis abuelo le contó a mi padre que él y sus amigos jugaban, se
divertían con los remolinos.
Advertencia
Más allá de estas historias y
estos concejos que en esta nota usamos como elementos "simbólicos, metafóricos", recomendamos que los vecinos tengan cuidado al ingresar a
cualquier parte del río.