11/02/2017

Interior

Reflexión

¿Cómo enfrentar un remolino?

Por: Eduardo Carrizo
Como otros vecinos de Las Termas, mi padre pasó parte de su infancia en el interior de Río Hondo. Un día, en la Cañada, su abuelo le habló sobre los peligros del Río Dulce.
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Playa "Bajada del Niño Dios, La Cañada"

Recientemente, acompañé a Tucumán a mi viejo Carlos “Pepona” Carrizo. Me gusta hacer esos viajes cortos con mi padre, porque vamos y volvemos hablando de distintos temas. En esta oportunidad, uno de los temas que hablamos fue sobre que hay lugares peligrosos donde el Río Dulce corre con fuerza, o hay remolinos.

Le conté que había visitado “la playa” de La Cañada conocida como la “Bajada del Niño Dios” y que en ese lugar el agua corría con mucha fuerza y era profunda, y que me dijeron que había que tener cuidado. En ese momento, mi padre recordó que su abuelo, oriundo de esa localidad ubicada a 15 kilómetros de Las Termas, le decía “que no luche cuando lo agarre un remolino, que se deje llevar, y que cuando el remolino lo llevara al fondo, lo iba a soltar, y ahí iba a poder salir. Que las personas se ahogaban porque se ponían nerviosas, se desesperaban, y trataban de nadar”.

Me pareció que el consejo tenía una belleza poética, filosófica, pero entré a Internet a ver si la recomendación tenía algún sustento “científico”, “lógico”. En el “Magazine Iris Press Más que Ciencia” Laura Castillo, Enfermera y Periodista señala: “Si por error o descuido caemos en un remolino y nos atrapa una corriente que no nos permite salir, hay que intentar por todos los medios alcanzar la corriente inferior que nos sacará de allí. Así que, primer consejo: dejarnos llevar. Segundo consejo: hacernos una bola para pesar más, hundirnos más rápidamente y alcanzar la deseada corriente inferior. Una vez en ella, esa corriente nos sacará del atolladero y saldremos sanos y salvos. Tercer consejo: no hay que intentar nadar contra la corriente o intentar mantenernos a flote, ya que de ese modo nos quedaremos atrapados en el remolino y no podremos salir jamás. Lo único que conseguimos es cansarnos. Una vez en ella, con un poco de buceo saldremos a flote lejos del remolino”.

No sé si mi bis abuelo habrá tenido estudios secundarios, pero me pareció un conocimiento que no te lo da ningún libro, ningún título, sino una experiencia límite, vital. Y volviendo a la belleza poética y filosófica del consejo que un día mi padre recibió de su abuelo podría interpretar que es una hermosa metáfora: “en algunos momentos, la vida tiene remolinos, y en esas ocasiones no hay que luchar con lo que nos lleva hacia abajo, hay que dejarse arrastrar y tocar fondo, recién ahí vamos a poder subir, salir. No hay que luchar contra gigantes, que en realidad son molinos de viento. Escuchando esta historia un creyente, agregó: “frente a las tempestades de la vida, no hay que preocuparse, hay que ponerse en las manos de Dios”. Por último, mi bis abuelo le contó a mi padre que él y sus amigos jugaban, se divertían con los remolinos.  

Advertencia

Más allá de estas historias y estos concejos que en esta nota usamos como elementos "simbólicos, metafóricos", recomendamos que los vecinos tengan cuidado al ingresar a cualquier parte del río. 

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