Provinciales
Entrevista
Raúl Domínguez: 12 años de impunidad
Por: Eduardo Carrizo
“Hasta el último día de mi vida voy a denunciar lo que le hicieron"
Imagínate
que una persona trabaja en la Dirección de Rentas de la Provincia.
Que haciendo su tarea, descubre irregularidades, estafas. Que hace la denuncia.
Que siendo el principal testigo de la causa, está desprotegido por la justicia,
la policía, y vive amenazado, con temores, angustias. Que lo secuestran, lo
mutilan y tiran sus restos en un baldío. Imagínate el horror, la tristeza, la
bronca, el dolor, el miedo, la impunidad, la ausencia. Imagínate ahora que esa
persona es tu papá.
Pero no lo es. Era el padre de Milton, de Stella Maris, de María Marta, de Gastón. “Hasta el último día de mi vida voy a denunciar lo que le hicieron” expresó el primero. “Con los años se va amortiguando, pero las ausencias no dejan de doler nunca”.
Herencia
Milton
es un vecino del barrio Villa Balnearia. Heredó de su abuelo y de su padre, el
oficio de zapatero. Desde el primer día lucha para que el caso no sea olvidado,
para que se haga justicia. “Trabajando en Rentas de la Provincia, mi papá
descubrió un timbrado falso y lo denunció porque era un tipo honesto y porque
quería cuidar su trabajo” resumió. “Por esa denuncia se descubre la
defraudación que se hacía desde hace mucho tiempo y en el que estaba
involucrada mucha gente”.
El
1º de mayo de 2008, Miltón vio por última vez a su padre: “Fui a verlo a su
casa. Estaba mal, deprimido, nervioso. A pesar de las amenazas que recibía y de
que era perseguido no estaba cuidado” describió.
“Yo estaba orgulloso de él. Le dije: “me hubiera gustado ser como vos”, me quise quedar en su casa, pero me pidió que me vaya, que cuide a mi familia. Y me fui llorando, nunca creí que iba a ser la última vez que lo iba a ver”.
Denuncia
Domínguez
declaró dos veces en sede policial y tenía que presentarse ante el juez. En su
denuncia, aseguró que la defraudación era realizada por empleados y personal
jerárquico de la Dirección de Rentas, mediante la adulteración de timbrados y
sellos, incluso de jueces civiles. Antes de su desaparición, Domínguez había
sido amenazado de muerte. “Traidor, te vamos a matar, hijo de puta”, “Pelotudo,
botón, hijo de mil yiras, qué cagada te vamos a dar, ja, ja, ja” y “A Domínguez
hay que hacerlo cagar”, fueron algunas de las leyendas que manos anónimas
pintaron en uno de los baños de la Dirección de Rentas.
Secuestro
El
13 de mayo, lo secuestraron. El 27 de ese mes, dos cartoneros
encontraron un cuerpo en una zona montuosa del Vinalar, Santiago del Estero,
mutilado y en estado de descomposición. Luego de realizar distintas pericias,
los especialistas determinaron que los restos pertenecían a Raúl Domínguez. Precisamente,
su organismo degradado, fue encontrado a 300 metros de la casa del barrio
Smata en la que vivía con su segunda esposa, Olga Torres, y sus 2 hijos
menores.
“Al principio estuvieron detenidos por la defraudación
en rentas 2, 3 compañeros de él, y por el crimen estuvieron detenidos lo que supuestamente
escribieron las amenazas, pero los liberaron al poco tiempo y la causa no
avanzó nunca, la cajonearon” recordó. “Nos fue imposible encontrar un abogado
que se atreviera a representarnos como querellantes, o los que lo hacían nos abandonaban
con el tiempo. Tuvimos 12 años de desiformación por parte de los medios
más importantes de esta provincia”.
Todos
los años, acompañados por familiares, vecinos, militantes, realiza marchas, se
presentan en tribunales. “Nunca recibimos amenazas, pero tampoco nunca ningún
presidente o gobernador habló sobre este caso, nos acompañó, cuando este es uno
de los crímenes más atroces de la historia del crimen de esta provincia.” señaló. “Creo en Dios, y creo que la justicia no es
solamente lo que se implementa en los tribunales, si una persona hace daño a otra
no debe vivir tranquila”.
Ausencia
Raúl Domínguez nació en
Alberdi, provincia de Tucumán. De origen humilde, tuvo una infancia difícil. A
los 15 años, en San Miguel, se hizo amigo de la familia Pedraza, y se vino a
vivir a Las Cejas donde conoció a su primera compañera. En Las Termas trabajó
como Sereno del Casino, y luego se trasladó a Santiago capital, para trabajar
en Rentas de la Provincia.
“Cuando
lo asesinaron, mi papá tenía 51 años y un solo nieto, ahora tendría 5” expresó
Miltón. “Me quedé con muchas cosas por vivir y compartir con él. Pienso en las
cosas que podríamos haber seguido compartiendo juntos, y que no pudimos hacer”.
Una
reunión familiar; un cumpleaños; una mirada orgullosa; cómplice; comprensiva; un
padre al que abrazar; cuidar; un consejo; una mano que te revuelva el pelo.
Pasaron
12 años. Con el tiempo, el dolor se va amortiguando, pero las ausencias no
dejan de doler nunca.
“Yo, como hijo, sólo puedo pedirte que no se olviden de Raúl Domínguez”.