Sociales
Historia de vida
Hacha y quebracho
Por: Eduardo Carrizo
En esos paisajes de explotación y pobreza, sufrió limitaciones económicas, sociales y educativas por lo que no aprendió a leer ni a escribir.
Eva América nació el 2 de noviembre de 1935 en Frías,
Santiago del Estero. Cuando tenía 2 años, su madre biológica la dio en adopción
a la familia Avellaneda. Con sus padres adoptivos se mudó a “El Escondido”, una
localidad ubicada en el límite entre Los Departamentos Río Hondo y Choya.
En este lugar, el matrimonio trabajaba en un obraje. En esos
paisajes de explotación y pobreza, sufrió limitaciones económicas, sociales y
educativas por lo que no aprendió a leer ni a escribir.
En su adolescencia, comenzó a ayudar cuidando cabras,
chanchos y haciendo carbón en parva. Una vez al mes, los capataces de las
estancias carneaban animales y hacían reuniones donde los compartían con los
trabajadores. En una de esas ocasiones conoció a Ubaldo Ponce, un hachero que se
convertiría en su esposo.
Ubaldo trabajaba la picada, un terreno de 10 metros de ancho
por 500 de largo, donde derribaba árboles, que luego apilaba.
Cuando se terminaba el trabajo en los obrajes, América tejía
canastos. Al terminarlos, montada en su caballo visitaba diferentes tiendas y viviendas.
Ensillaba y los entregaba a cambio de mercadería: bolsas de azúcar, de yerba,
barras de queso, jabón.
Cansada de la rudeza del campo, decide venir a Las Termas. Al
principio, su esposo se resistía, pero pasó un camión y ella le pidió que la
trajera. Tomó a sus hijos y su compañero la siguió.
En esta localidad, una vecina les prestó un terreno donde
construiría su primera vivienda. Con el tiempo pudieron comprar uno propio y
construir una casa en barrio Adela, precisamente en la avenida Buenos Aires
donde vive en la actualidad.
Eva tuvo 8 hijos biológicos y uno de crianza; tiene nietos,
bisnietos, tataranietos, y una generación más. “Mis padres no tenían educación
formal, pero nos inculcaron grandes valores y los tomo como ejemplos” expresa
con orgullo Roxana Ponce, una de sus hijas.
En un rincón de esta
vivienda todavía se conserva el hacha con la que trabajaba su esposo. En los
rincones de su memoria, todavía conserva su historia, su fuerza, sus luchas, el
paso del tiempo con sus veranos y con sus inviernos.